LA NIETA DE SEISDEDOS PIDE JUSTICIA | |
CATALINA ya no luce en su mano ese sexto apéndice porque se operó.Es una marca de la familia, heredada del abuelo, Francisco Cruz, «Seisdedos», en cuya choza de Casas Viejas se produjo una masacre que marcó el futuro de la II República y de Azaña. En aquel lugar arrasado se ha edificado un hotel de lujo. Ella, desde su exilio en Mauntauban, reclama sus tierras y considera una ofensa esta construcción | |
RUBÉN AMON JOSÉ CONTRERAS. Mauntauban/ Casas Viejas | |
Los titulares del negocio sostienen que el palacete no ocupa físicamente las tierras de la matanza, pero los cimientos de cemento bien podrían haber profanado la tierra donde hace exactamente 73 años se alojaba la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, alias Seisdedos. Ahora doña Catalina reclama la legitimidad de los terrenos. No por razones patrimoniales ni por los derechos de escritura.Sólo quiere que el yermo de la hemorragia campesina se convierta en un memorial a medida de la Historia: «Eso nos ayudaría a ponernos en paz con el pasado». La sentencia aparece en la misma carta notarial que anticipa una acción judicial sin fines lucrativos. Lleva la firma de Catalina Silva y de su hija Estrella Insúa, ambas obstinadas en impedir que «un ultraje político y especulativo pueda humillar el sufrimiento y el duelo de tantas personas». La rabia y la consternación se explican con un paseo entre los vericuetos silenciosos del cementerio de Mountauban. Llama la atención la proliferación de tumbas republicanas, la ausencia de crucifijos y el eco histórico de los apellidos españoles.Particularmente uno: Azaña. El que fuera presidente del Gobierno en la II República yace en un modesto sepulcro de granito , apenas a 100 metros del panteón de los Cruz-Silva. Será una casualidad, o un estrambote póstumo de la Historia, o una prueba material del juicio final, o un ajuste de cuentas fantasmagórico. Muchos exiliados encontraron casa y tumba en los aledaños de Toulouse, pero el camposanto de Mountauban aloja una paradoja de la España republicana. Aquí yacen los descendientes de Casas Viejas. Aquí descansa el presidente que ordenó sofocar la revuelta campesina de 1933. «Recuerdo haberme encontrado con Azaña en las calles de Mountauban antes de su muerte», explica Catalina con orgulloso acento andaluz.«Vivía en el hotel Du Midi bajo la protección de la embajada mexicana, aunque los nazis le vigilaban de cerca. Había perdido la cabeza, deliraba, estaba loco. Nunca olvidaré, nunca, lo que le oí susurrar aquella vez que me crucé con él: "Los muertos de Casas Viejas me persiguen"». Le perseguían porque la matanza de 1933 fue la vergüenza justiciera del Gobierno Republicano. Sucedió la noche del 11 de enero, cuando la Guardia de Asalto, espoleada por la iracundia de los terratenientes (desde 1932 estaba aprobada una ley de reforma agraria para repartir tierras entre campesinos sin propiedades), irrumpió en la aldea gaditana para reducir a los vecinos que habían declarado un estado de comunismo libertario. La operación represiva se produjo con extrema violencia a las órdenes del capitán Rojas. Especialmente cuando nueve de los insurrectos se refugiaron en la choza de Francisco Cruz Seisdedos. Catalina tenía 16 años, aunque parece haberlos cumplido ayer.Recuerda la escena con extrema precisión. No puede evitar llorar ni derrumbarse. Pero quiere contar la historia. Le hace bien exorcizarla. Y repite compulsivamente cuatro expresiones con forma de epitafio: frío, hambre, sangre y fuego. «Cuando empezó el asedio yo estaba enfrente de la choza. Se me acercó un guardia civil para decirme que era una puta, que nosotros teníamos la culpa de todo y que me iba a reventar la tapa de los sesos... Después empezaron a gritar a quienes estaban en la cabaña. Les urgían a salir y a entregarse, aunque la puerta estaba abierta. Eran los guardias quienes no se atrevían a entrar por cobardes. Así que decidieron empezar a disparar y a prender fuego al techo de paja. Hacía mucho frío». Pero no todos los muertos «fueron por el sitio e incendio de la choza de Seisdedos, sino que 14 de ellos fueron detenidos en una razzia efectuada al amanecer por el capitán Rojas a instancias de algunos caciques del pueblo. Trasladados ante la cabaña, fueron asesinados a sangre fría», según ha podido reconstruir el historiador José Luis Gutiérrez Molina. La crónica judicial de aquellos años dejó sentenciada la parte que no fue asalto y quema de la choza de Seisdedos. Por los 14 asesinatos cometidos contra campesinos desarmados, la Audiencia de Cádiz condenaría, el 28 de mayo de 1934, a la pena de 21 años de prisión a su responsable directo, el capitán Rojas. Arturo Menéndez López, entonces director general de Seguridad, fue absuelto. «Desde fuera», sigue con su relato sobre aquella jornada trágica la nieta de Seisdedos, «escuchábamos los alaridos de la gente y veíamos arder la choza. Se escuchaban terribles lamentos. También podía sentirse el olor a carne quemada. Había sangre por todas partes. ¡Qué horror!». Los ojos de Catalina son profundamente negros a fuerza de torear los espantos y de enterrar a los difuntos prematuramente. Su padre no estaba en el patíbulo de la masacre, pero se lo llevaron un día después (pura razzia, ya) a la choza incendiada para ajusticiarlo con los demás hombres del pueblo. Ella misma se encontró con el cadáver tirado en el suelo «como un perro». Dios no existe ni puede existir, se dice la abuela a fuerza de coleccionar esquelas. Por eso la tumba familiar del cementerio de Mauntauban no tiene espacio para una cruz ni lugar para un epitafio de retórica redentora. Los Silva prefieren escribir sobre el granito un poema de Pablo Neruda: Déjame que te hable también con tu silencio. Es una cuestión de acervo, de militancia, de orgullo familiar.Catalina y su hermano Juan (hijo de Libertaria, primer nombre que quisieron poner al hotel de la polémica) nunca han aireado la matanza fuera de los muros de la casa de campo. Convivían con ella igual que una maldición congénita, pero las noticias de un hotelito en la choza del abuelo les ha revuelto el alma y las vísceras. «Vamos a los tribunales porque no podemos aceptar que el Ayuntamiento de Casas Viejas frivolice con la masacre.Reclamamos la tierra porque la consideramos legítimamente nuestra.Y exigimos al alcalde que responda a nuestras inquietudes: ¿por qué y cómo se ha producido la transferencia de la propiedad?, ¿por qué el Ayuntamiento, siendo notorio que la finca era de Seisdedos, no ha intervenido?, ¿qué razones impiden que podamos verificar el título de propiedad?», se pregunta Estrella Insúa. El promotor de la iniciativa, el empresario y periodista leonés Miguel Angel Fernández, sostiene que nadie se ha preocupado nunca por el solar donde ahora levanta su hotel de lujo, decorado todo estilo años 30. Dice, incluso, que era un estercolero. Un estercolero valorado en 21 millones de pesetas que obra en su poder después de habérselo comprado a la familia Peña, a su vez, titular de los terrenos desde 1960. Los documentos del registro de la propiedad de Medina Sidonia también señalan que la tierras estuvieron anteriormente en propiedad de otro vecino, Francisco Sánchez Sanmartín, pero no resulta fácil averiguar en qué momento del franquismo se desheredó a los sucesores de Seisdedos para otorgar la parcela a otro privado. La falta de transparencia ha puesto en alerta al Partido Popular de Andalucía, cuyo presidente, Javier Arenas, considera que el PSOE trata de manipular a su antojo la memoria histórica: «Cuando le interesa una cosa, la fomenta. Cuando no le interesa, la esconde».La inquietud de Arenas ha dado lugar a una pregunta parlamentaria en el Congreso de los Diputados. No sólo para conocer en profundidad el expediente de la propiedad. También para verificar qué tipo de ayudas comunitarias y estatales ha recibido el proyecto del hotel. ERIGIR UN MEMORIAL Ahora, el alcalde de Benalup-Casas Viejas (presidente de la Diputación y secretario general del PSOE gaditano) trata de rectificar los movimientos. Ahora quiere convertir «el estercolero» en zona de interés cultural -depende de la Junta de Andalucía-, incluso erigir un memorial en una parcela aledaña a la hospedería. Su propietario insiste en que no han construido sobre la choza de la masacre, pero la verdad sólo podrá conocerse con la prueba irrefutable de un informe topográfico. Mientras tanto, Miguel Angel Fernández se ha avenido a cambiar el nombre de su palacete turístico. Ahora se llama Utopía. Antes se hacía llamar Libertaria. Igual que una profanación a la familia Silva. «Libertaria es el nombre que un guardia civil dio a mi hermana María cuando era una adolescente», nos cuenta Catalina en la penumbra de la casa de Mauntauban. «Ella llevaba siempre en el cuello un pañuelo rojo y negro. No por razones políticas, sino porque le gustaba. Pero el sargento García creía que era una revolucionaria. Así que le agarró del cuello y le dijo: "te voy a llamar Libertaria y vas a acabar muy mal"». Fue una maldición. María Silva logró salvarse mientras la guardia de asalto republicana asediaba la choza de Seisdedos, pero la irrupción de los nacionales en la provincia de Cádiz decidió su suerte y su muerte. No le perdonaron que estuviera casada con un activista sindical, Miguel Pérez Cordón. Peor aún, la ejecutaron porque los falangistas fueron incapaces de encontrar a su marido en una redada nocturna. Cumplidos 70 años de aquella venganza, Estrella Insúa ha escrito una carta a Su Majestad el Rey. No estaba segura de hacerlo, pero la redactó cuando supo que el monarca recibiría en Toulouse a los exiliados republicanos. «Pretendemos conocer cómo se ha producido lo que pensamos que es una usurpación (...) Mi madre no ha olvidado a lo largo de su vida los terribles hechos que vivió en Casas Viejas ni el destino cruel de su hermana. Ahora, ya anciana, sería un enorme descanso vivir que el solar donde murieron su abuelo, su padre y varios tíos terminara siendo un lugar de memoria (...)». Es lo único que reconfortaría a los Seisdedos.O casi. «También le ayudaría a completar el duelo conocer el lugar donde están los restos de su hermana». Tomado de |
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